CONQUISTANDO LOS 6 ENEMIGOS DEL NARRADOR OMNISCIENTE
Cuando decidimos escribir una historia, lo primero que nos debemos preguntar es la forma en la que la vamos a contar. ¿Será el personaje principal el narrador? ¿Lo contaré en tercera persona? ¿Qué tanto sabrá el narrador sobre mis personajes? Dependiendo de la respuesta que demos sabremos cómo escribir. Sin embargo, hay que tener en cuenta que cada uno de los tipos de narrador tiene sus trucos que es bueno que conozcas para que todo salga perfecto. En este post hablaremos un poco sobre el narrador omnisciente y cómo desarrollarlo.
El narrador omnisciente es ese tipo de narrador que lo conoce sobre la historia y te permite zambullirte en el interior de los personajes. Gracias a él podrás saber lo que piensan y lo que sienten, y de esta manera comprenderlos mejor. Pero entonces ¿Qué debo hacer para no fallar?
1- Elimina todos los verbos relacionados con los sentidos
En vez de eso describe lo que sienten. Hay una gran diferencia entre “vio pasar un gato corriendo a la distancia” y “un gato corrió a la distancia”. En la primera frase el lector ve que el personaje ve algo, en la segunda el lector ve lo que ve el personaje. Este mismo principio se aplica al resto de sentidos. Cuéntanos que el café estaba amargo, no que ella probó el café.
2- Elimina el verbo “pensar” y todas sus acepciones
En vez de eso haznos partícipes del pensamiento. Este error es muy común cuando exponemos un recuerdo: “Ella pensó en su infancia, cuando salían juntos a comer helado” vs “Cuando era niña salían a comer helado juntos”, o “Ella recordaba el carro blanco que manejaba su padre” vs “Su padre manejaba un carro blanco”.
3-Reescribe cualquier escena en la que no haya ningún pensamiento de tus personajes.
Si no hay pensamientos no estás manejando un narrador omnisciente. Punto. Si me preguntas cuantos pensamientos son necesarios para que una escena funcione, la respuesta siempre será: depende de lo que tú creas. Solo cerciórate de que tu lector está sintiendo las cosas desde el interior de tu personaje, no desde afuera.
4- No nombres las emociones
Haz que el lector las sienta. Es la mejor manera de que se meta en la piel de tu personaje. En vez de decir “Ese hombre la aterrorizaba” podría funcionar “Sabía que si se volvía a cruzar en su camino acabaría con todo lo que ella amaba. El sentimiento que se acumulaba en su pecho parecía acecharla desde los rincones de la casa, por eso no soportaba estar sola. No lo haría hasta saber que estaba a salvo de él.” Nunca olvides que en una historia tienes que narrar y no contar, es la mejor manera en la que el lector experimente lo que quieres decir.
5- Reescribe todas las percepciones que son tuyas y no del personaje
Muchas veces hemos caído en la tentación de hacer a nuestros personajes decir cosas que normalmente no harían con el fin de exponer algún tipo de información crucial para la historia. Y con este tipo de narrador tenemos que tener más cuidado ya que no solo echamos mano del dialogo, sino también de sus pensamientos. Eso es un grave error.
Cuando te edites pregúntate si eso que piensa o dice contribuye en el desarrollo de tu personaje y en qué manera lo haría. Si no tienes algo importante que contar y no sabes cómo hacerlo, no a tus personajes, eso es trampa. Lo que logras con eso es hacer que el lector deje de creerte. Más bien lee este artículo sobre la exposición.
6- Evita la tentación de saltar de cabeza en cabeza en una sola escena
Quédate con un personaje y persíguelo hasta que se acabe la escena. De lo contrario confundirás al lector.
Imagen: Fraser Mummery (vía flickr)